Las
historias que había escuchado se desvanecieron de golpe. Mucha gente le aseguró
que la travesía era difícil, pero cuando se encontró frente a la frontera de
Estados Unidos, con el nombre y el cuerpo mancillado por la vergüenza, asumió
que nadie había perdido tanto como ella, que el viaje al soñado “paraíso
americano” le había cambiado para siempre.
Cinco
meses antes había llegado a Ecuador. Eran un grupo de 15 personas con la intención
de atravesar ocho fronteras. Todos habían vendido sus bienes en Cuba.
Particularmente ella cosechaba una deuda de cinco mil CUC con un familiar no
tan cercano, así que su camino no tenía retorno, ella no podía darse esos
lujos.
En
Quito un abogado le dio los números de teléfono de distintas personas en una
supuesta ruta segura. Le aconsejaron que cuidaran los carnets de identidad para
que pudieran acogerse sin problemas a la Ley de Ajuste Cubano.
Dos
meses después, Ana y seis personas empezaron la travesía. Se adentraron en
Colombia y atravesaron disímiles parajes para coger la famosa lancha en Turbo.
Esa fue su primera señal de mala suerte. Un resbalón la puso de repente en el
agua agitada, y por más gritos que dio el hombre a cargo anduvo un buen tramo
sin dignarse a recogerla. Un cubano, que ella conocía de vista le dio un
puñetazo al hombre y lo obligó a regresar. De otra manera su viaje hubiese
terminado allí.
La
próxima parada fue en puerto Obaldía,
Panamá. Allí permaneció cinco días. El dinero se esfumaba porque cada vez se
necesitaba más para hacer papeles y pagarle a los intermediarios. Tuvo que caminar y hacer botella a lo cubano.
Al final cruzó en un bus de Ciudad Panamá hasta Costa Rica. A su paso encontró
otros paisanos con las mismas intenciones. Todos con caras de preocupación y
algunos daban gritos como niños, preguntándose quien rayos los mandó a llegar
ahí.
En
Costa Rica estuvo un buen tiempo esperando por un salvo conducto. La estafaron
dos personas, hasta que pasó a Nicaragua y de ahí a Honduras. En todo ese
tiempo nunca estuvo tranquila, siempre surgía un imprevisto y su vida
estaba literalmente en peligro. Finalmente llegó a Guatemala. En un albergue
improvisado, mientras se bañaba, uno de los que la acompañaban le robó casi
todo el dinero, de forma tal que llegó a México apenas con mil dólares
americanos.
Desde
el inicio le advirtieron que esa “plata” no era suficiente, pero Ana decidió
aventurarse. En Monterrey el último contacto telefónico les respondió. Un
camión los llevaría hasta la frontera de los EUA por Laredo, cada cual debía
pagar dos mil 500 dólares.
Esa
tarde comenzó la peor pesadilla de Ana. Eran cinco mexicanos. La dejaron subir a pesar de no tener todo el dinero.
Pero en cuanto oscureció detuvieron el vehículo, hicieron bajar a los demás y
la violaron los cuatro hombres, mientras otro le apuntaba con un arma al
asustado equipo.
Ella
asegura que nunca va a olvidar aquellas horas. Le dieron muchos golpes, la
obligaban a tomar ron. La fueron violando de uno en uno mientras los otros
miraban, y le gritaban cochinadas.
En algún momento pensó que iban a matarla…
pero llegó a la frontera, medio inconsciente y llena de sangre. Recuerda que a
pesar del dolor, se le cayó la cara de vergüenza cuando el más viejo del equipo
pidió un médico para ella y dijo muy alto, “a esa muchacha prácticamente la
violó todo México y no puede caminar”.
Lamentablemente muchos cubanos han vivido situaciones similares, incluso más tristes. Por Ana y otros tantísimos nombres, el Gobierno cubano insiste en garantizar una migración segura, ordenada y legal.
ESTA HISTORIA FUE A TRAVÉS DE FACEBOOK
LA PROTAGONISTA ACCEDIÓ A DARNOS SU TESTIMONIO CON LA CONDICIÓN DE MANTENER SU ANONIMATO
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