En
la parada de ómnibus, dentro del bullicio, los ojitos brillantes me atraparon
primero y el diálogo después. Alberto parecía de unos escasos 5 años y daba
carreras sin parar mientras su mamá lo regañaba en vano.
En
algún momento ella alzó la voz y le dijo: "Quédate tranquilo si quieres
que te compre los zapatos Adidas para ir a la escuela". Increíblemente el
niño obedeció.
La
mujer a su lado se sonrió un poco y comenzó la conversación: ..."cómo
saben los muchachos hoy en día". Y contó a la multitud que había tenido
que buscarle una lonchera a su hija de las más caras porque de otra forma se
negaba a empezar el tercer grado.
Las
anécdotas continuaron, pero a esas alturas mi cabeza andaba lejos. Sentí ipso facto un alivio inmenso porque mi
hijo aún no entiende nada de marcas reconocidas ni de precios. Y si tuviera en
frente cualquier lonchera posiblemente se pusiera a improvisar con ella un
juego de fútbol.
Luego
me vino de golpe vergüenza ajena por aquellos alardes en medio de una cola tan
heterogénea en posibilidades, necesidades y aspiraciones. No fui la única que
reaccionó con disgusto, pues una señora no logró aguantarse y balbuceó:
"Cómo hay gente equivocada en la vida".
El
cubano conoce bien de limitaciones económicas. Los de mi generación y de otras
más, crecimos en la absoluta escasez de cuestiones básicas como alimentos,
productos de aseo personal y ni hablar de las ropas. Y es raro, pero la lección
parece no haber dejado enseñanzas. Con el tiempo muchos nos hemos vuelto
consumistas, materialistas, al borde de construir un supuesto estatus por el
vestuario que usas.
Por
supuesto, los infantes son nuestro reflejo. Y resulta lógico que con escasos
años ya sigan el patrón reproducido por sus padres sin poder entender cuán
absurdo es. Tristemente se convierten en personas superficiales, y crecen lejos
de los valores por los que tanto se ha luchado en este país de raíces humildes
y de gente trabajadora, sin títulos de nobleza.
Todo
el mundo quiere lo máximo para sus hijos, eso ahora lo sé. Y está bien
sacrificarse para tener el mejor futuro posible. Pero las posesiones materiales
no pueden ser el atractivo supremo de la vida, no ha de medirse a un ser humano
por el dinero que logre. Un egoísmo absurdo lleva a muchos a torcer el rumbo, a
venderse tras falsas quimeras.
El
show de talentos La Colmena TV, en nuestras pantallas,
muestra la imagen más linda de los niños cubanos. Risas, abrazos, compañerismo
y aquella gran verdad de que el mayor talento es tener buen corazón.
Mi
pequeño como el de la historia de inicio, resulta excepcional desde el fondo de
su individualidad. El límite de sus potencialidades me desvela en las noches. Y
qué bueno observarlos crecer, descubrir cada mañana algo nuevo desde sus ojos.
Ellos pueden ver profundo, incluso, lo invisible a la vista, si somos capaces
de mostrarles... porque es una gran verdad, cómo saben los niños de hoy en día.
Felicidades Yaser por publicar este comentario muy a tono con cosas que nos están pasando y que por desgracia nos van destiñendo cada día. Hoy es una madre (realmente son muchas más) pero la lista de los y las que actúan como ella crece y crece mientras en el lado de los que pensamos diferente cada día hay menos. Es una caries que crece y crece y no veo al odóntologo que resuelva el problema. Soy pesimista en ese sentido. Gracias y feliz tarde
ResponderEliminarDisculpa mi lapsus en el comentario pues escribí Yaser en lugar de Yuset.
ResponderEliminarHola Yuset. Hoy tengo el honor de leer tu articulo. Cuánta trascendencia, cuanta sabiduría y cuánta nobleza nos inculcas. Gracias por recordarme que somos muchos aun los que creemos y queremos un futuro mejor.
ResponderEliminarMis saludos amiga.
Yuset Cabrera