Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

martes, 28 de noviembre de 2017

Sin cadenas...

Se levanta bien temprano para no descuidar ningún detalle. Después del desayuno comienza su pequeño tiempo privado. Escoge la ropa, usa una faja invariablemente, plancha otra vez su cerquillo y se maquilla con calma, disimulando las bolsas bajo los ojos y haciendo maromas para lidiar con las arrugas.
Cuando sale de la habitación se siente una mujer hermosa y satisfecha. Su esposo desde afuera vocifera para que se apure y de camino al trabajo la recrimina sin mirarla: “no sé en qué gastas tanto tiempo porque yo te veo igualita… por cierto, no sigas engordando o no vamos a caber en el motor”.
Al mediodía sale de la oficina como un relámpago. Con el aliento aún entrecortado calienta el almuerzo y pone la mesa. Coloca el juego de cubiertos que le regaló su suegra hace más de 15 años. Osmani por fin se sienta y basta un bocado para que ella lo escuche rezongar desde la cocina: “el espagueti está hirviendo, y salado, no hay quien se lo coma, para eso me hubiera comprado una pizza, qué suerte la mía”.
Julia recoge el plato completamente vacío y se dispone a fregar. A penas termina se retoca un poco y otra vez para el trabajo. Se despide con un beso de su esposo la critica porque no tiene ningún overol limpio para mecaniquear, y remata con el comentario preciso: “las mujeres de verdad, en el tiempo de antes, hasta almidonaban la ropa y no pensaban en andar en la calle perdiendo el tiempo”.
La noche la atrapa entre preparar la cena, limpiar los zapatos de los muchachos, revisar tareas y poner en orden la casa. Cae a la cama como una piedra. La figura a su derecha sobre el colchón, la ignora por completo y cuando ella le recuerda la necesidad de cambiar la manguera de la lavadora,Osmani deja bien en claro que es él quien sabe lo que hace falta en su casa, que ella se limite a pintarse las uñas.
Para Julia todos los días songrises. La gran nube empieza desde que abre los ojos y se siente inutilizada en su propio hogar. Entre sueños siente las burlas de su esposo, las risas de sus hijos, las críticas sin importar cuanto se esfuerce.
Osmani es un hombre trabajador. Respira por su familia y nunca le ha levantado la mano a su esposa. Desde lejos parece el esposo perfecto, pero lleva años perpetuando violencia psicológica a la madre de sus hijos, sin reparar en los daños emocionales que le robaron los bríos a la jovencita alegre y llena de iniciativas que un día se casó con él.
Osmani y Julia son a penas un pretexto. En nuestra sociedad bastan los ejemplos que perpetuán este fenómeno. Lo más triste es que a estas alturas muchas personas nisiquiera son consientes del daño que provocan o reciben  mediante este tipo de abuso.
No es de ninguna manera un mal menor. La violencia psicológica deja huellas más profundas que los golpes, lacera partes blandas, seca sentimientos y va oscureciendo todos los atisbos de luz, los deseos de ser y hacer.
Visualizar este flagelo dentro de las paredes del hogar y asumir el daño emocional que trae aparejado, es el primer paso para romper la cadena imperceptible que ata a muchas mujeres, desde la antigüedad, y que de ninguna manera tiene cabida en los tiempos actuales.


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