Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

lunes, 16 de mayo de 2016

El orgullo de ser



El cotilleo, en el transporte público es un mal añadido. Ante las agravantes del calor, la incomodad, el poco espacio vital y los hedores, surgen ciertas personas, cual papagayos que no pueden mantener el pico cerrado, y cuentan a viva voz cuestiones muy íntimas, que a veces hacen que una sienta lo mismo vergüenza ajena, que deseos enormes de taparle la boca por fin.
Yo normalmente suelo abstraerme en los viajes. La música ayuda. Pero hace unos días me encontré sin audífonos en plena travesía y no pude dejar de reparar en la conversación que se gestaba a mi lado, para ser sincera me atrapó al instante. Una señora cincuentona, a mi izquierda, daba signos de estar muy alarmada por el escalafón de su hijo y al mismo tiempo aseguraba que su sueño era verlo convertido en médico, aunque este curso recién comenzaba la secundaria.
Por segundos miré a aquella mujer y me reconocí en ese afán que tenemos las madres por cuidar los pasos de nuestros retoños con años de anticipación. Pero el verdadero matiz del asunto estaba por surgir ante mis narices. Enseguida la mujer le expuso sus razones a la muchacha de enfrente. Era algo así como que la mejor manera de prosperar en este país es mediante las misiones y aunque la cosa en Venezuela está muy turbia, era la  única forma de acumular un dinerito para mejorar la casa y comprarse algunos equipos.
Los argumentos de la señora no estaban muy lejos de la realidad. Ciertamente las ventajas económicas para los galenos son un pequeño pago por la inmensa labor que realizan en otros países, a veces a costa incluso de sus vidas. Y pensé en que es realmente muy triste que por estos tiempos para muchas personas (familiares incluidos) al recibirse en medicina, el noble y milenario propósito de salvar vidas humanas pueda verse disminuido por las pretensiones de una cuenta en el banco. A estas alturas duelen las interpretaciones falaces de la solidaridad.
Pero la conversación a mi lado tomó ipso facto otro punto de giro. La muchacha de enfrente fue incluso más conclusiva. Aseguró que ella si no iba a obligar a sus hijos a estudiar, para qué se iban a quemar las pestañas por gusto si ser profesional ya no daba nada, ella misma conocía a unos cuantos que se acabaron la vida en las universidades y hoy qué tienen…
La pregunta quedó abierta y mientras medio camión estaba de acuerdo con la sabiduría pasmosa de aquella mujer yo no pude dejar de sentirme aludida. Otra vez tenía que coincidir, y pensé enseguida que mi primo cocinero gana tres veces el valor de mi salario sin haber llegado al nivel superior.
En Cuba el concepto de la pirámide invertida ha cobrado fuerza. Si un bodeguero disfruta de un mayor nivel adquisitivo que un licenciado en Historia del Arte es lógico que los más jóvenes pretendan seguir el camino más ventajoso y que por ende, también es mucho más fácil.
En la nuestra sociedad somos los profesionales quienes tenemos que volvernos magos para hacer las cuentas y al menos mantener algunos pesos para llegar a fin de mes. Y aunque es difícil encontrar la lógica de estos tiempos las universidades siguen repletas, Platón y Aristóteles continúan marcando pautas y mientras algunos conocen a Aquino, otros se hacen adeptos a Maquiavelo.
De más está decir que bajé del camión un poco adolorida en más de un sentido. La sabiduría del populacho muchas veces es infalible, pero todo tiene sus matices y es muy obtuso no encontrar los tonos grises aquí.
 No todo el que lleva una bata blanca tiene sus metas en un horizonte lejano a nuestra isla. Y aunque así sea, no por ello significa que deje de tener muy dentro, el orgullo de curar y cuidar la vida. Aunque no sea lo suficientemente ventajoso para muchos seguirá siendo un honor saberse abogado, maestro, ingeniero, periodista… cada profesión tiene sus musas, que saben quitar y llenar, con una alevosía que jamás el dinero podrá comprender. El cotilleo es un mal añadido, que duele, pero también cura.





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