Hay preguntas, incluso simples, que se quedan dando vueltas un rato en
nuestras cabezas, no? Hace poco hablaba con una colega y buena amiga, de
la Mitad del Mundo, y ha querido que le cuente cómo es mi redacción,
ese espacio donde dibujo historias y a golpes de alas mi musa se escapa,
las más de las veces, para dejarme absorta y sin ganas de escribir.
Le respondí con una descripción detallada de la iluminación, la falta de un decorado coherente o de un motivo que inspire. Le hablé
de las cortinas verde limón, los ventanales de vidrio y el detalle de
cierto cable que a mi juicio colma el vaso y no precisamente a favor del
buen gusto.
Pero para ser sincera mi redacción es mucho más. Cierto
que las rutinas periodísticas no alcanzan los escenarios que nuestro
Mandy sueña, no hay una mesa de contenidos de donde se desglose la
noticia como en las oficinas de The Guardian, aunque si depende de él en
cualquier momento “arrasamos” con la competencia y hacemos al unísono
prensa escrita, radio y televisión. Mis compañeros saben de qué hablo…
Cuando logro sentarme en la máquina, que por cierto y por gusto tiene
mi nombre, todo fluye en su justa medida, y aunque me cuestione mil
veces porqué no estudié Medicina, frente al teclado, a solas conmigo,
las ganas de decir me desbordan, sigo siendo la misma criatura con una
debilidad congénita por las cosas rotas, por las historias fuertes, por
lo que no es hermoso.
Un detalle importante, al alcance de mis ojos
solo veo amigos. Con Iris converso verbal y virtualmente el santo día y
de los temas más disímiles. Ella es quien primero corrige mis textos y
apunta los títulos. El tiempo extra es para lo humano, lo divino, lo
cercano y lo distante…
Todos saben que no puedo parar de hablar.
Incluso cuando estoy escribiendo meto la cuchara donde no me llaman,
hago mil preguntas, interrumpo. A causa de esto últimamente Zucel ha
tenido que adoptar el estilo de Silvio Rodríguez y la verdad me asusta
un poco que se dañe el oído, igual yo sigo conversando con ella, aun
cuando no se entere.
Así me hice amiga de Zoila. Fue cosa del
destino y el azar. Casi siempre estábamos solas en la redacción. Ella
recién graduada, tan calladita y con unos ojos brillantes perdidos en la
pantalla. Comencé a hacerle comentarios, preguntas, a contarle cosas, y
resultó la compañera ideal de mis jornadas, todo oídos a mis ganas de
decir… todavía extraño su espalda, en la máquina de al lado.
No
importa cómo esté mi vida. La redacción es un bálsamo para olvidar las
cosas que me duelen, los miedos, el tiempo… Allí se hace evidente que
escribir es la mejor manera que encontré de poner rostro a mis
fantasmas, mi espacio…
Próximamente 26 estará cumpliendo años. Y en cada oficina hay gente con
ganas de hacer y decir. No seria justo definir mi entorno laboral con
una simple descripción, pero me siento afortunada, (obviando el tema del
salario, claro) mi redacción es tambien, un pedazo de hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario