Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

miércoles, 14 de junio de 2017

Padre por decisón

Cuando Lucas llegó a la vida de Leidi fue como si todos los desencuentros de  ambos hubiesen tenido un propósito. Ella asegura que fue el calor lo que la hizo desfallecer en una cola cualquiera, y al abrir los ojos él estaba ahí, abanicándola con su expediente laboral.
La acompañó a su casa, esa y muchas otras tardes. Y justo después del primer beso, ella le soltó una confesión que cambiaría sus vidas: “estoy embarazada…”. Leidi recuerda que Lucas caminó hacia la puerta y pensó que sería la última vez de aquel idilio, pero él muchacho pálido, aún temblando decidió quedarse.
Para Lucas no fue fácil. Su familia de primer golpe le dio la espalda. Aquello clasificaba como la mayor “tontería” de su estirpe. Nadie podía entender que él quisiera hacerse cargo de una mujer que esperaba el hijo de otro, una desconocida, una…
Pero siguió adelante. Colgó sus pulóveres en el closet de Leidi y puso cariño en la pancita que crecía. Le hablaba en las noches y le cantaba también. Con su tercer salario compró la cuna y ambos pintaron lunas, nubes y estrellas para asegurar a su niño un trozo de cielo.
Lucas recuerda las cuatro horas que se pasó en un pasillo, cerca del salón de partos, escuchando los gritos de su mujer, la impotencia de estar allí, sin poder hacer nada…Y cuando la enfermera le puso entre los brazos a la criaturita y le dijo: “papá, aquí está su hijo”, confiesa que lloró desconsoladamente, como si no mereciera tanta felicidad.
Al bebé le llamaron Adrián más los apellidos de ambos. Y la vida siguió su curso inexorable. Lucas le llevó al salón de la infancia, le enseñó a montar bicicleta, le hizo su primera carriola y estuvo desvelado todas las noches por el mínimo malestar que aconteciera en la cabecita revuelta que se dormía cada noche en su regazo.
El progenitor biológico de Adrián un día entró en la escena. Y fue el propio Lucas quien le contó a su hijo que no llevaban la misma sangre, pero que los afectos son cosa mucho más fuerte, la conexión entre ellos venía de más profundo, de un lugar en el centro del pecho, que late continuamente a la izquierda.
Muchas veces tuvo que cargar con la desconfianza de algunos parientes por no ser “familia”. Sufrió el cliché de que los padrastros no siempre tienen las mejores intenciones. Hay anécdotas tristes que hasta hoy le atormentan.
Y lo más irónico de la vida sucedió después. Leidi fue la de la idea de buscar una hembra para tener la parejita. Ya Adrian tenía 10 años y ellos aun eran jóvenes. Lo intentaron por varios meses y nada parecía funcionar, ni siquiera la miel de güira, o los brebajes de todo el barrio.
Después de un tratamiento con los especialistas en fertilidad Lucas descubrió que  padecía un raro trastorno del hipotálamo que impedía que sus espermatozoides pudiesen fecundar algún ovulo.
Como en otros momentos recibió  la noticia con un temblor que le recorrió todo el cuerpo. Pero en las paredes verdes de aquella consulta pensó en el destino, en las leyes divinas, en su acertada decisión de ser el padre de Adrián cuando solo tenía 24 años y una carta de ubicación laboral.
Agradeció a la doctora y se fue. Esa tarde, a las puertas de la escuela, le dio a su muchacho el abrazo más fuerte de todos, y pensó para sus adentros que solo serían ellos dos, pues aquel era el único hijo que la vida le ofreció y él había sabido aceptar.



1 comentario:

  1. No es padrastro, es el padre, porque estuvo allí para el niño desde el primer día. La gente tiene demasiada fijación con la sangre. Muy bonita historia.

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