Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

jueves, 25 de enero de 2018

A precio de alma

Se escurre de su casa bien temprano. Rompe a penas el alba. Nadie la ve salir con el vestidito negro, bien ajustado, que le regalaron en sus quince. Desanda entre surcos y campos de caña con la mente distante. Cuando por fin llega a la parada vislumbra a Katia, su compañera de andanzas, y todos los miedos se esfuman.
Ya sobre el camión particular comparten el maquillaje. Yany desata el coquito y el pelo muy rubio le baña la espalda. Cambia los tenis enlodados por las plataformas altas de su hermana que le quedan un poco grandes, pero toca hacer el sacrificio. Mucho rímel para las pestañas, un rojo intenso en los labios y sus metas se materializan en el parque Vicente García, justo en frente del hotel Cadillac.
Tienen apenas 18 años y ya conocen de memoria la rutina. Escogen un banco con sombra y empieza el juego. Se ríen alto para llamar la atención. Piden a los extranjeros que le hagan una foto a ambas con el teléfono. Yany toca su cruz en el cuello y pide siempre un poco de ayuda. En menos de media hora ya tienen algún acompañante.
Los mejores son los que las invitan a sentarse en las mesitas del Cadillac. Ahí si ya todo está resuelto. Incluso pueden cambiar por alguno más atractivo o generoso. Pero lo importante es no irse con las manos vacías.
Después de varias cervezas almuerzan en algún restaurante bonito. Yany prefiere El Clásico. Aunque algunos “yumas” son tacaños y solo quieren comprarle una pizza y nada más. Pero como aún esperan el “premio” la mayoría de las veces se muestran bondadosos. Y acto seguido viene la parte más difícil, la visita de las casas de renta.
Las cervezas ayudan a desvestirse. Ella trata de hacerlo muy rápido. Mira hacia otro lado y deja que jueguen con su juventud. Algunas veces son más fáciles que otras. Depende de los fetiches, de olor y la edad de su pareja, de lo dispuesta que este ese día a cooperar.
Después de varios chascos ella aprendió a pedir el dinero. Si le dan poco reclama que necesita más para volver a su casa porque es de un montecito de Manatí y con eso no le alcanza. Con veinte dólares se siente bien servida, pero muchas veces solo consigue 10.
Con sus billetes en la cartera vuelve al Cadillac a encontrar a Katia. Espera hasta que ella resuelva su situación o deciden reencontrarse en la terminal. Allí ambas se cuentan los pormenores y quizás omitan algunos detalles. Intentan disimular la embriaguez aunque no siempre lo consiguen.
De regreso, con la mirada perdida entre el paisaje rural, Yany se siente sucia y poderosa. Sueña con que un buen día encontrará a un extranjero que se enamore de ella y le compre una casa en Las Tunas, lejos de la caña y los lodazales. Y por fin pueda tener un armario lleno de ropa suya, de zapatos de su número, de carteras. Y sus padres ya no tendrán que romperse las espaldas en el campo nunca más.
Ya dentro del hogar reparte besos a su familia. A escondidas pone las plataformas de su hermana en el lugar de siempre. Le lleva el refresco de kola a la abuelita. Y le dice a la mamá que su tía le mandó un beso grande y tuvo que acompañarla a hacerse una keratina, por eso le cogió tan tarde.
RASGANDO LA NOCHE
El sonido de sus tacones rompe en el lobby. Muchos se voltean a mirarla. Liset va hacia la barra y pide una cerveza. Espera por alguna mesa y va a sentarse. Siempre indiferente a las miradas ajenas. Algunos ya la conocen. Ella fuma constantemente. Y la noche le sonríe, el Cadillac también.
Hace mucho tiempo conoce esta vida. Empezó en otra provincia, en los primeros años de la universidad. Primero como una diversión y después le cogió el gusto a los hoteles, los lugares caros, el perfume francés y la lencería de Victoria Secret.
Ahora escoge muy bien la compañía. Los conoce por la ropa de marca, el grueso de las carteras, el tipo de celular. Con ella el juego no es fácil. Tienen que conquistarla y ella se muestra encantadora, habla constantemente de su profesión, del arte, de cómo le encantaría visitar el museo del Louvre.
A estas alturas prefiere a los hombres de más de 50, son una inversión segura. Ya tienen hijos mayores y pueden ofrecerle lo que ella necesita, dinero todos los meses y algún viaje, claro por no más de tres meses.
Mira con desdén a las muchachitas muy jóvenes y mal arregladas que se encuentran a su alrededor. Ella no son su competencia, pero le trasmiten a los extranjeros una idea errónea de las cubanas, que valen muy poco y se contentan con pollo y cerveza.
Asegura que en una provincia como esta todo es más difícil. Hay pocos lugares a donde ir y todo el mundo se conoce. Nunca se le va a olvidar una ocasión en que la dueña de una casa de renta le dijo a un italiano que tuviera cuidado con ella porque le gustaba robar, y de golpe le presentó a una sobrina.
Hay  muchos contratiempos.  Liset por dentro está llena de rabia. Odia a los viejos verdes que están desbordados de fantasías avasalladoras, que humillan a las mujeres y no se conforman con sexo, quieren tríos, orgias, lesbianismo, que destruyen el alma de las personas.
Por más que le encante el dinero ella se avergüenza un poco de  su vida. Confiesa que solo es algo temporal. En algún momento quiere hacer una familia y tener hijos. Empezar de cero y que los suyos no sepan de miseria, de escases, de padres alcohólicos, del infierno que a ella le tocó.
Es muy tarde ya. Liset desgarra el quinto cigarro mientras espera un príncipe azul con calvicie y montones de euros. A su alrededor las personas con vidas más sencillas disfrutan de la noche. Le duelen los pies y solo quisiera estar en su casa. Pero se acerca un cincuentón a su mesa. La invita a un café y ella sonríe.





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