Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

lunes, 16 de marzo de 2015

una promesa sin cumplir

Tengo una amiga entrañable, casi hermana. Lo sé porque sus cosas me duelen también en el pecho, ligeramente a la izquierda, como si la sangre fuera un mero pretexto a la hora de escoger a los nuestros.
Hace algunos días compartimos una fatalidad. Su abuelo se fue de este mundo a plena mañana, sin preámbulos ni despedidas. Y ella estaba lejos, como tantos cubanos que buscan prosperidad en otra patria, pero siguen soñando con volver y cuentan los días porque el hogar nunca deja de estar en su vuelo.
Antes de irse, con la fuerza de ese último abrazo que todavía está latiendo, mi amiga solo pidió tiempo “espéreme abuelo, porque voy a volver pronto para comprarle una casita, me tiene que esperar…”.
No supe qué decir entonces. Aún con los días creo que es difícil atreverme a romper el silencio porque los sentimientos no son palabras. Pero una verdad se me ha revuelto dentro, la vida es terriblemente efímera. Y me ha hecho reflexionar, no de las multitudes que emigran, o como pega fuerte la nostalgia y si vale la pena o no. Tampoco sobre los designios de la muerte ni las cicatrices del dolor. Me he puesto a pensar en la familia, el único refugio ante las adversidades, sin importar las distancias o el tiempo.
Los más sabios aseguran que es el hogar donde se liberan las tensiones, un espacio en el que nada puede tocarnos, el tiempo exacto para aligerar las pesadas cargas del día a día y lograr sentirnos a salvo. Pero la realidad, al menos la que yo alcanzo ver, no pinta los mismos colores.
Muchas veces es en casa donde más nos estresamos. Y el regreso del trabajo, o de un viaje, en vez de bálsamo reparador puede convertirse en un verdadero infierno. Las razones son múltiples y el hecho de que en nuestra sociedad  varias generaciones convivan bajo el mismo techo, con el aderezo de las limitaciones económicas, funciona como catalizador de la disfuncionalidad familiar en muchísimos casos.
Vale preguntarse si las rivalidades, el rencor o la intolerancia son insalvables. Cada hogar tiene sus propias normas. Y creo que si hay algo elemental para la convivencia es el respeto hacia cada uno de los miembros, desde el más pequeño, débil o de menos ingresos. Solo bajo dichos términos puede aflorar la armonía.

No pretendo juzgar a nadie. De hecho, mi familia está muy lejos de la perfección. Pero no pasa un solo día en que yo desee, que este, el mundo de mi hijo, sea un lugar mejor. Alguien dijo que lo contrario de la fe no es la herejía, sino la indiferencia. Y me temo que debe ser muy triste que la vida se apague con un conflicto a medias, una despedida sin abrazo, una promesa por cumplir… No hay segundas oportunidades. Mi amiga y yo sabemos eso.

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