Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

lunes, 9 de marzo de 2015

Violetas para ti

Debería bastar… pero se hace más difícil cuando 1+1 no siempre es 2 y aunque reedites 10 veces la primera línea, el sujeto omitido ahora eres tú y te sigue faltando qué decir. He regresado al trabajo después del año más fecundo de mi vida, desempolvé espejuelos y ganas, pero cuando un bebé se revuelve sobre tus rodillas mientras escribes, no basta con querer, la transición es lenta y no creo que se vuelva totalmente.
Mi primer lunes fue como pez fuera del agua, estuve todo el día con la sensación de que me faltaba algo vital, entre asustada y alerta. Al abrir la cartera descubrí que nunca puse dentro la agenda de trabajo, en su lugar había toallitas húmedas, un biberón emergente, una maruga y un pañal.
Con estos desvaríos y mi musa echa literalmente a todas las fugas, solo he podido escribir de lo que sé, la maternidad es deliciosamente dura y el ritmo de la vida no se anda con miramientos, te deja roja la mejilla sin advertir siquiera de dónde vino el golpe. La mayoría de mis amigas siguen sin entender de qué hablo, aunque los 30 se nos vengan encima. Y yo ya no sé si guardar la canastilla (para alguna de ellas, por supuesto), o acostumbrarme a la idea de que los sobrinos postizos  tardarán en llegar.
El hecho de que en algunos años tendremos una población envejecida, en la que las canas, las gafas con aumento y las lipectomías, sean quizás el último grito de la moda, es un tema del que los entendidos gustan hablar, disfrazado con fríos por cientos y pronósticos tristes, pero la causa de tanto futuro gris es un secreto a voces, y me pregunto dónde están los oídos para oír, las manos para hacer y porque no, los vientres por crecer.
Mi generación y, la mía y no otra, ha crecido con la fortaleza de enfrentar limitaciones económicas serias. Sobrevivimos a lo superfluo con la certeza de que hay una lealtad inmensa  que solo los elegidos perciben, esos que saben que únicamente “el amor engendra la maravilla”. Entonces no son las estrías, la celulitis, la flacidez o las 425 noches sin dormir (mi tiempo real) las que conspiran contra la gravidez.
Ahora mismo siento la espada de Damocles inclinándose sobre mi cabeza, pero en realidad mi preocupación está con las cientos de mujeres atrapadas en la vorágine de la maternidad, luchando contra los precios estrafalarios de los productos de primera necesidad cuando aparecen, de vuelta al trabajo sin saber quién se queda con el niño mañana, cansadas y aun así dispuestas a regresar a la vida profesional aunque a muchos les parezca mal. Esta realidad duele, deja cicatrices más adentro de la piel y frena sin dudas las ganas de procrear.
Y es que visto con premeditación parece toda una proeza el hecho de embarazarse en estos tiempos. El módulo de canastilla es insuficiente, las cunas valen un ojo de la cara, los pañales desechables por los precios deben ser hechos en otro planeta, no hay colonia, talco ni jabón infantil. En fin, cómo hacemos para darles a nuestros hijos lo que nosotros no hemos podido tener.Y esto trasciende los límites de lo material.
Es plena madrugada, mi bebé duerme y aún no encuentro el punto final de mis ideas. Tengo un par de ojeras verdes que amenazan con quedarse para siempre. Mañana será otra jornada exactamente igual a la de hoy. Pero ni modo, cuando mi Dudú se despierte, y me mire con esos ojazos, de la forma que únicamente él sabe en el mundo, no habrá cansancio, sueño, pronósticos, precios, ni siquiera yo, solo él y su canción de cuna “en una palangana vieja sembré violetas para ti”.


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