La verdad
es que muchas veces me ha llegado el aletear como la brisa… envuelto mis deseos
en su suerte de vuelo… y le imagino grandote, despeinado por la prisa de las
ganas, marcado con el apetito atroz en mi cabeza y repitiendo por las bajas este cuerpo pequeño que se cree llama, esas
ansias que no van a parar…
Desde muy
chica creo que aprendí a respetar su espacio. La primera vez que mi mami me
escuchó gritar, en medio de la noche, asegura que vino a encontrarme con los
ojos muy, muy abiertos, de puntitas en la cama y buscando algo impreciso en la
oscuridad. Cuando quiso saber si había visto algo rompí en llanto… Es que
no está mami, no está…Supongo que desde entonces ya no me sabía sola…
De grande
llegaron otras pruebas. Y aun cuando las cosas se volvían frías o grises, ahí imaginaba yo a mi
angelote… haciendo maromas por llevarme a rastras un pedazo de FE.
Hoy la vida
se hace un tanto difícil, las ganas
demandan cada vez más espacio y mis metas, me temo que ya no están a la vuelta
de la esquina…Seguirá mi ángel ahí??? Por estos días, como nunca, me gustaría
pillarle en un descuido, alcanzar al menos la punta de un ala, una ojeada
quizás, un susurro…
Supongo que
entre las sombras pueden estar mis respuestas escondidas… Quién sabe si en ese
breve espacio, justo cuando se hace la luz, puedo un día encontrarle…
A este
punto ¿para qué sirven las certezas? Siempre he sido consciente de mi “ángel”… y
en algún lugar caluroso del mundo, mi Adán recordaría las palabras del duque de
Bomarzo… hay una lealtad ultraterrena que
solo los elegidos pueden percibir…yo
gocé de ese extraño privilegio…
Ese ángel sin alas parece que vuela, suspendido, entre tus nubes. Siempre ha estado ahí. Entre nubes que no se pueden ver, entre brazos que no se pueden abrazar. Pero el ángel, con su presencia desmedida, de tanto estar se nos escapa, Evita mía. Y no lo encontramos hasta que confiesa su aventura en ese paraíso que nadie conoce, pero solo tú sientes. Una vez el ángel llegó con sabor a destiempo. Pero su grito de luces en vuelo te sacudió tan fuerte que nunca más ha dejado de escucharse en tus oídos, como pasa normalmente cuando alguien da caza a un duende...
ResponderEliminarGracias mi Adán... Pero que no se nos escape nunca...
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