Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Cuando el barrio se vuelve familia

De niña los 27 de septiembre eran una de mis fechas preferidas, el preludio del 28, la gran caldosa con bollos de maíz, y el ajetreo de mi cuadra que se volvía mil rostros y manos…
Poco entendía yo en ese entonces de los Comité de Defensa de la Revolución, del compromiso que había detrás del convite. Mi apego era mas al calor, a la fuerza del barrio, a ese bonito derroche de unidad que yo mirada con ojos enormes mientras los adultos se movían como hormigas alrededor de la olla gigante.
Recuerdo que muchas veces hacíamos cadenetas, se ponían carteles y de cada casa salía un búcaro, un ramo de flores, una mesa, un mantel. Y muchos vecinos sacaban sus sillas o banquitos. Ese era el único día del año que me dejaban jugar hasta que me diera sueño, bajo el foco donde se cocinaban junto a las viandas todo tipo de cuentos y comentarios.
Un buen día crecí, de repente era yo una casi adulta frente a los ojos de mi cuadra. Y no se qué paso con los matices, pero las caldosas a mi alrededor se planificaron mucho menos y cada vez fueron más escasos los rostros debajo del alumbrado público. Yo misma en una suerte de apatía olvidé un poco los ímpetus de la cita de septiembre. Como si la vorágine de la vida, la escasez, las limitaciones de todo tipo, amenazaran con llevarse de golpe todo el regocijo que siempre respiré en mi infancia cada aniversario de los CDR.
Pero no necesité mucho para entender a dónde se fue el entusiasmo de algunos barrios, en qué lugar del pasado quedaron las cadenetas y los globos. En realidad solo basta echar una ojeada en otros sitios… La  fecha no ha perdido para nada los bríos. Hay muchas cuadras donde los niños pequeños siguen correteando entre improvisadas mesas cubanas, retardando el ritmo de los adultos que buscan una sazón que hoy se adapta a lo que la gente tiene en casa y comparte para disfrutar en colectivo.
Los CDR siguen vivos no solo por la cubanísima velada o la música de Sara González, que la verdad a mí me sigue poniendo los pelos de punta. Pero a veces confundimos su significado, cuando su fuerza está justamente en adaptarse al momento, en brindar un consejo, hacer una advertencia, o solo dar un plato de comida o una ropa a alguien que realmente lo necesita.
La magia que no descifraba entonces se llama poder de convocatoria, entusiasmo, valor y respeto por las jerarquías. Donde estos florezcan habrá muchísimos más asientos en las calles, bajo la luz de los focos. Y otros tantos niños, como yo, crecerán con un apego, casi instintivo hacia ese abrazo común que son los Comités de Defensa de nuestra Revolución.

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