Me preguntas??? Estas ansias escapan a la mera definición de profesión; son de alguna manera una especie de estigma o esencia que encuentra las palabras exactas para enmarcarte en una condición más que en un concepto… y luego la realidad es más sencilla o más complicada?: escribes porque vives y vives porque escribes.

martes, 25 de abril de 2017

Cuando no sabes ver...



Me senté al lado suyo en el policlínico Guillermo Tejas. Yo esperaba un turno para cobrar y asumí que ella también. Normalmente soy muy reservada, pero con los completos desconocidos me invade una espontaneidad inexplicable. Ni siquiera recuerdo quién habló primero, pero esa mañana, sin saber porqué, descargué toda mi frustración en la mujer a mi izquierda.
Comencé quejándome del calor infernal. Hablé mal de las personas que no respetan las colas y lo condenado que estamos a las largas filas en casi todos los lugares. Aseguré estar muy apurada aunque en realidad no tenía nada urgente que hacer. Y cuando un niño armó una perreta frente a mí, caí en el tema de lo difícil que es ser madre, y como una ronda, casi al borde de la locura.
Cuando ya no me quedaba nada por decir le pregunté si a ella le faltaba mucho en la cola, y me dijo que no estaba allí para cobrar, esperaba a una doctora para un medicamento raro que no memoricé, llevaba en el lugar casi dos horas, pero no tenía prisas. Debe haber sido mi cara de despiste lo que le hizo explicar: “Yo tengo cáncer, ya nunca estoy apurada”.
Fue clara  en el decir, sin muchos adjetivos. Me contó de la desesperación, de la verdadera locura y de la sobriedad que queda después que alguien acepta lo inevitable. Se expresó con una tranquilidad que me hizo avergonzarme por mi efusión sin criterio.
Me aconsejó vestir de blanco para contrarrestar el calor, y llevar una novela, algún libro o revista para hacer más tolerable  la espera, por aquello de que “es peor el que protesta que  el que se cuela”.
Con mi niño la lección fue sencilla, disfrutar un poco sus travesuras, porque lo  que hoy me agobia no es más que un regalo que no he sabido descifrar, “una vive la maternidad exigiéndose tanto que olvida por completo, darse un respiro y aprovechar cada minuto de la infancia de los hijos”.
Me contó que hace tiempo había comenzado un pequeño proyecto para escapar del estrés, y ahora coleccionaba cactus, intercambiaba algunos con amigos, visitaba lugares en busca de nuevas variedades, y esa actividad le era tan gratificante que a penas podía esperar otro día para ampliar su reservoriode macetas de barro.
Dijo mucho más, algunas cosas me hicieron estremecer a pesar del  optimismo. En minutos, trastocó mi mañana con una sabiduría pasmosa. Nunca pregunté su nombre. Pero escribí estas líneas de un tirón como suerte de agradecimiento. Sin esperarlo me llevé una lección de las buenas, de esas que una necesita, cuando, aun con los ojos abiertos, no ha aprendido a ver la vida.

1 comentario:

  1. No me hizo falta vivir la experiencia, con tu relato, bastó para avergonzarme tmabién de mi ceguera...Gracias

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