Pero
dentro de la habitación, a tientas con la vergüenza no valen las máscaras. Ha
aprendido a llorar en silencio para que la pequeña figurita que se mueve a su lado no perciba el desconcierto. Por eso
cuando llega el esposo y ella advierte el menor indicio de su rabia entra al
baño, cual sucio masoquismo y flagelación a recibir de una vez todos los
golpes, y reza porque pare pronto y no haya sangre, para que la niña no se
asuste.
Gritos
mudos, palabras sin voces, caras que ocultan rostros por temor o timidez, se
van sumando día a día a estas realidades que sangran. La violencia contra la
mujer es un pesar del que los tuneros, lamentablemente, no estamos exentos.
Noviembre llega cual suerte de jornada a exigir, como cuestión de justicia
social, el respeto a los derechos individuales y la equidad de género.
Y TRASTOCASTE MIS ENTRAÑAS CON
SANGRE DEJANDO GRIETAS DONDE UNA VEZ HUBO SUEÑOS
El
golpe en la mejilla femenina es una verdad punzante. Y aún con los intentos de
políticas y entidades, no logra visualizarse como el problema social que
constituye. No se percibe cabalmente el rastro de dolor que va dejando, las
frustraciones, los sueños lacerados, el miedo a la vida. Los diferentes tipos
de agresión, ya sea intrafamiliar o de
género, implican daño, sometimiento, no son un mal menor como algunos intentan simplificar a
conveniencia.
La
doctora Mareelen Díaz Tenorio,
especialista del grupo capitalino de reflexión y solidaridad Oscar Arnulfo
Romero, abanderada por todo el país de abogar por la no violencia contra la
mujer, alumbra desde su vasto conocimiento psicológico las implicaciones de
este tema en la vida social.
“A
las damas -asegura la doctora Díaz- el sometimiento nos llega por todas partes aunque es más frecuente en el ámbito familiar
y de pareja. Y la causa está en nuestra historia, en el decursar de las
relaciones patriarcales que desde niñas nos mostraron que el hombre manda y la
hembra obedece.
“La
agresión ha sido aprendida por la sociedad y se nos ha colado hasta las
entrañas, por eso nuestra meta estriba en conocer, visualizar estas manifestaciones
producto del machismo y de posiciones estereotipadas como
un
flagelo, una vez que se logre este conocimiento puede ser desaprendido el maltrato.”
JUGASTE A DESNUDARME, CUBRIENDO CON CARICIAS LAS HUELLAS DE TUS GOLPES
La
voz de Elia Marina Brito marca hitos entre los tuneros en defensa de las
mujeres. Esta psicóloga que preside la Comisión Provincial
de Educación Sexual, puntualiza que la temática se trabaja desde el programa de
Salud Mental con una perspectiva de géneros y derechos, no solo como un flagelo sino también como un problema de salud.
“A
lo largo de estos años –comenta Elia- a mi consulta han llegado muchachas muy
jóvenes con historias cruentas, violaciones, maltratos; y es doloroso observar
cuánto les cuesta confesar los agravios sufridos, como a flor de piel están
signadas por una culpa incierta y más que víctimas se sienten responsables.”
Muchos
mitos se han entrelazado en torno a este tema, cual excusas para justificar la
agresión. El alcohólico es violento porque quiere serlo, el ron solo le
desinhibe, pero solo en su conducta está el abuso y la falta de escrúpulos.
Algunas
mujeres por su parte asocian los celos, las prohibiciones y los maltratos con
exceso de amor, “mi marido es así porque me quiere mucho, él se vuelve loco, se
ciega”. Pues se equivocan, aquello de “quien bien te quiere te hará
llorar” es una falacia inmensa.
La
doctora Mareelen Díaz aseguró a 26 que la demencia solo es la causa en el 10 por ciento de los casos de
agresión contra la mujer. El loco seguramente se pelearía con todos y no
tendría la astucia de escoger a un rival mucho más débil para descargar su
rabia.
“Alcohólicos,
supuestos locos y amores que matan son solo mitos, la realidad es que la
violencia ha sido aprendida, símbolo de las relaciones de dominación, de un
arriba y un abajo. Violentar nunca es amar”, enfatiza la psicóloga.
TENGO
CICATRICES DE MIRADAS EN LAS ESPALDAS
El
gobierno cubano se ha planteado desde siempre la protección femenina como una
premisa invaluable a través de su legislación. La Federación de Mujeres
Cubanas (FMC) ha creado las casas de orientación a las féminas y a la familia
en cada territorio, pero ¿bastan estos mecanismos para erradicar el problema? ¿Por qué la mayoría de las veces no se denuncia la
agresión?
En
los predios de la FMC Provincial ,
Isabel Reyes Rosado comentó cómo esta institución tiene definida la labor de
prevenir y educar desde la orientación, la atención grupal a las comunidades
caracterizadas por sus altos índices de violencia y la capacitación.
“En
nuestras entidades –asegura Isabel- se trabaja muchísimo, pero no todo lo que
se debería. Nos preocupa que la mujer tunera no acude a las instituciones, ni
ha tomado conciencia de la necesidad de denunciar el maltrato cuando sabemos
que lo sufre.
“Muchas
féminas quedan atrapadas en el conocido ciclo que la psicóloga americana L. E.
Walker (1979) definió con tres etapas. La primera de acumulación de tensiones;
la segunda de descarga de tensión, aquí están comprendidos los golpes y
maltratos, y por último la luna de miel donde el cónyuge pedirá perdón y ella creerá que esta vez sí va a cambiar.
Mientras más cortos sean estos ciclos más deteriorada y peligrosa se vuelve la
relación de pareja.”
La
mujer violentada es un embase de dolor con una coraza para escapar de las
miradas y los juicios ajenos. Cada persona en su individualidad reacciona de
diferentes maneras a la agresión. Cuando ella se llena de valor y decide
denunciar el abuso a la Policía
o la Fiscalía ,
requiere de un personal que les inspire confianza, de alguien con las
herramientas comunicativas y psicológicas necesarias para ayudarla a transitar
por ese difícil momento.
“Todavía
no hemos logrado articular en la provincia de manera sostenida la ruta crítica
que deben seguir las víctimas. Se han hecho muchas acciones pero yo, como
sexóloga y ente social, no me siento satisfecha de la imbricación de las
diversas entidades de forma continua para atender a la mujer que decide
denunciar una agresión. Se requiere de mayor especialización en todos los
profesionales que laboramos directamente con este tema tan sensible”, confiesa la sexóloga Elia Marina.
TU SILENCIO ESTÁ LACERANDO CADA
PEDACITO MÍO, JUGANDO A CASTIGARME
Los
golpes, las amenazas, es un delito con curso legal, pero ¿dónde queda el daño
innegable que va acumulando el maltrato psicológico, la frustración que duele mucho más que los puñetazos y no se
borra como los moretones?
La
doctora Mareelen Díaz asegura que entre los tipos de violencia de género
perpetradas contra la mujer la psicológica
es la más frecuente. Gritos, desvalorizaciones, amenazas, prohibiciones,
chantaje emocional, silencios condenatorios, burlas, críticas en público, son
algunas de sus manifestaciones y el sostenimiento de esta puede ser tan o más grave que los
golpes.
De
este fenómeno muchos otros males se desprenden. En hogares donde se violenta a
la mujer, los niños van creciendo signados también, aprendiendo estas rutinas
primarias que de seguro repetirán en su adultez. Muchos tal vez padezcan de por
vida trastornos psicológicos, y vale preguntarse ¿los padres y las madres no
perciben estos riesgos?
Incontables
acciones se perfilan desde el Centro de Higiene Provincial, la FMC y otras entidades dispuestas
a proteger y apoyar a la mujer, a ayudarla a visualizarse como víctima y no
como culpable, y sobre todo a infundirle de una vez el valor para salir del
ciclo de la violencia, pero en la voluntad de la agredida, únicamente, se
encuentra el coraje para transitar hacia una mejor convivencia.
Históricamente
la pugna de géneros ha afectado más a la mujer que al hombre. Resulta
imprescindible ponerle fin a este fenómeno desde una perspectiva terapéutica,
porque la violencia engendra violencia y en nuestra realidad algunos casos ya
evidencian esta problemática.
Y RASGUÉ
EN MIL PEDAZOS LOS MIEDOS Y NUNCA MAS FUISTE DIOS, SOLO UN HOMBRE ASUSTADO POR
MI AUSENCIA
En
este justo instante hay mujeres en todas partes pagando con dolor su decisión
de callar. A la vuelta de la esquina está también la profesional exitosa que en
casa vive un infierno entre maltratos, críticas e incluso golpes que disimula
con astucia.
Más
allá hay muchachas muy jóvenes que aprenden a vivir y ya forman parte de
matrimonios basados en el machismo más retrógrado, y solo podrán ser amas de
casa o esclavas de estos tiempos. O tal vez más cerca está la fémina que recibe
golpes, pero no tiene a nadie más y el
agresor es el padre de sus hijos y ¿qué hacer?, ¿a dónde ir?
Y
también está usted, agotada hasta las lágrimas de padecer en silencio.
Dispuesta a denunciar de una vez y por todas a la bestia que marcó su cuerpo
con puntadas, estrés y finalmente una hipertensión arterial y una cardiopatía. Usted que tiene la
voluntad ya les ganó a las otras, porque la violencia es un delito y en sus
manos está hacerlo valer.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuen trabajo. Y muy bien escrito. Apenas un señalamiento: peca de absoluto en cuanto a género. La violencia no siempre arroja su lava desde los predios de Adán. A menudo, Eva también entra a en erupción, aunque de manera muuuuuucho más sutil y, dicotómicamente (me acabo de inventar este adverbio) más devastadora. La violencia, Yuset, es bidireccional, no unidireccional. Hay por ahí una espinela de Jorge Luis Borges que lo establece. Y es polisémica, porque cada persona arrima la brasa a su sardina e interpreta y toma por hecho violento lo que mejor se ajuste a sus códigos existenciales, en dependencia de los niveles de sensibilidad, prejuicios y perspectivas que la signen. La violencia es también excusa para abrir una brecha en las relaciones sentimentales que permita salirse con la suya, consumar proyectos y forzar estereotipos. Aquí hay algo imposible de soslayar: cuando se hurga profundo en determinadas coyunturas, se comprueba que la presunta víctima es, en realidad, la victimaria. Pero eso solo lo detecta el ojo avezado, la disección experta. Durante mi niñez jamás vi a mis padres discutir. Al menos delante de mí. Pero tampoco percibí nunca provocaciones y ni conductas censurables que justificaran reacciones violentas, ya fueran verbales o corporales. Yuset, todo en la vida -o casi todo, porque absolutizar es siempre equivocarse- obedece a la antiquísima ley física de la acción y la reacción. Es así de sencillo: Me dices y te digo. Y palabras sacan palabras. Romper ese equilibrio es como caminar sobre el filo de una navaja. Siempre me ha gustado aquella frase de Mahatma Ghandi: «Ojo por ojo y el mundo acabará ciego». Te aseguro que no soy machista. Y me gusta -tú lo sabes- regalar poemas y ofrendar flores. Pero me resisto a comulgar con la teoría de que, por lo común, el hombre es el agresor y la mujer la agredida. Bajo el hongo familiar -aparentemente plácido o flagrantemente hostil- ocurren incidentes que solo sus convivientes conocen a fondo. Algunos, de hacerse públicos alguna vez en un tratado de sicología, harían cambiar sustancialmente esa correlación de fuerzas. La violencia es más que una agresión físico-verbal. Hay acciones de guante blanco –dichas en voz baja, arropadas en una supuesta decencia y en apariencias inocuas…- mucho más dolorosas que una frase hiriente o una sonora bofetada. Los Adanes también sangran. Solo ellos lo saben.
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